En esta exposición la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide explora el paisaje como espacio de misterio y origen. La artista transforma el paisaje en una metáfora de lo inexplorado y de aquello que permanece oculto en lo cotidiano.
«La sombra es larga como una voz que silba al centro de la tierra, un monosílabo para la córnea del cielo. Ella mira lo que es posible: la extensión y su materia, montañas que destilan sueño, la parte frontal de la espera. Hay ojos que se alzan en cosechas mientras el sol endurece la calma. Una espiral enciende toda su sed en el desierto y su hueco alumbra lo que no vemos, lo que buscamos siempre en el alma de la tierra. Los árboles desnudos guardan la noche entre sus ramas, invocan al silencio pero se escuchan cuervos en el envés del ruido, sílabas entre las piedras que se acurrucan agrietadas. Quieren mirar los signos de la luz, su parte íntima, esa pupila que nos atraviesa para mirarnos dentro. Una culebra pasa imperturbable desde las cuatro esquinas de la palabra tarde.Se abre el ojo como una daga al cielo. Y nos penetra.»
María Baranda
