La mirada curiosa e intuitiva de Karina Beltrán convierte a la fotografía en el medio de expresión idóneo con el que explorar su existencia nómada.
A través de una metodología compulsiva basada en lo referencial, la artista conforma una cartografía de retazos interiores, objetos, luces y atmósferas. Beltrán convierte su trabajo visual en una búsqueda de lo eterno, en una forma de expresión melancólica y existencial que da cuerpo a una poética de la fragmentación. El resultado final es un gran puzle compuesto por metáforas de sí misma, un universo de lo cotidiano y lo pequeño, de lo efímero y lo imprevisto, en el que encontrar lo único que puede salvarnos: la belleza.