El artista Víctor G. Moreno, contando con el comisariado de Rafael Arocha, nos plantea un proyecto expositivo en el que nos muestra un mundo dominado por la vorágine de las prisas o la ansiedad del cumplimiento de plazos y horarios. De manera alegórica busca explorar e investigar, a través de diferentes recursos plásticos y visuales, las posibles relaciones o vasos comunicantes existentes en los procesos de creación artística cuando estos están atravesados por internas “cuentas atrás” que parecen abocarnos a un final en el que todo finalmente saltará por los aires.
El acelerado y abrumador ritmo de vida de la sociedad neocapitalista en el que vivimos nos lleva a estar constantemente acosados por la inmediatez, las prisas y el progresivo cumplimiento de plazos y compromisos. Estamos sometidos diariamente no sólo a sobrellevar innecesarias tensiones y requerimientos sino también a sortear situaciones apabullantes y estresantes. Nuestras vidas acaban reduciéndose a un continuo o eterno transitar por el mundo de forma apresurada, afiebrada y caótica, sin que podamos disfrutar o saborear casi nada. Vivimos atados a una especie de cuenta atrás en la que presumiblemente terminaremos explotando.
No es de extrañar que el cromatismo naranja de los chalecos de emergencia o el rojo/negro de los temporalizadores esté presente en algunas de las piezas, junto a las maderas sin tratar de las estructuras arquitectónicas de la instalación. Este proyecto hunde sus raíces en la investigación en torno a los movimientos contraculturales, pero sobre todo en el imaginario estético y visual de películas como Blow up (1966) o Zabriskie Point (1970) del cineasta Michelangelo Antonioni, como contrapunto inquietante de la belleza de la destrucción.